Llevamos más de 40 entradas en este blog hablando sobre neurociencia y educación y nuestros lectores pueden pensar: Bien.
Empiezo a ver la importancia de la investigación del cerebro en el
proceso de enseñanza-aprendizaje y en su evaluación. Pero no he visto
hasta ahora más que investigaciones empíricas y experiencias
particulares. ¿Existe alguna escuela donde se aplique la neurociencia?
¿Existen ya diversos modelos de este tipo de escuelas? ¿Hay algún modelo
que sea más activo e integrador en la aplicación de los principios de
la neuroeducación? La respuesta a todas estas preguntas es
afirmativa y en próximos artículos tendremos que ir informando sobre los
centros educativos que tienen en cuenta el funcionamiento y el
desarrollo del cerebro en la educación de sus alumnos. Pero en esta
ocasión me interesa dar respuesta a la tercera pregunta, porque en mi
opinión es necesario establecer una correcta demarcación entre aquellas
escuelas que aplican de una manera global y completamente alternativa a
la pedagogía tradicional los resultados de la neurociencia, aunque no
sean del todo conscientes de esto o no estén al corriente de su
divulgación científica, por un lado, y por otro lado, aquellas escuelas
que aplican esos resultados de una manera parcial y sesgada, por muy
sistemáticos y metódicos que sean, manteniendo todavía algunos aspectos
de la pedagogía tradicional por razones ideológicas, ya sean de orden
religioso o de orden socio-cultural. Pongamos por caso, para ser más
concretos, cómo es posible preparar un ambiente enriquecido desde un
punto de vista social para desarrollar las habilidades del cerebro si el
grupo de alumnos es sociológicamente homogéneo, porque todas sus
familias comparten un mismo nivel cultural y un mismo nivel de ingresos,
al no contemplar la escuela la coeducación social. O cómo es posible
desarrollar una buena empatía en las interacciones sociales y culturales
si el grupo de alumnos profesa una religión con dogmas revelados y una
visión teológica-eclesial del mundo y de la vida, que antepone el culto y
la obediencia a una autoridad externa a los sentimientos y a la
conciencia de cada persona.
Un amigo que conoce este blog y que
trabaja en asuntos de cooperación internacional, movido por mi interés
en responder a esa tercera pregunta, me animó a buscar información del Centro Educativo Pestalozzi, una escuela cercana a Quito, la capital de Ecuador, en el valle de Tumbaco, que se conoce familiarmente como el Pesta,
diciéndome que no me defraudaría. Así lo hice. Y ciertamente no sólo no
me defraudó, sino que ha ganado mi admiración y respeto por la
excelente labor educativa que han realizado y siguen haciendo. No he
realizado ningún análisis comparativo ni histórico entre las escuelas
que basan su educación en la neurociencia. De hecho, no conozco más que
unas pocas repartidas por diversos países. Pero al conocer el proyecto
educativo del Pesta, más allá de adjetivos y etiquetas (que si
educación o escuela alternativa, activa o nueva), lo primero que
identifiqué fue los principios fundamentales de la neurodidáctica que
representan un cambio de paradigma respecto a la educación tradicional.
Estos principios relativos al aprendizaje de los alumnos y a su vida
escolar, confirmados experimentalmente, son, repitámoslo una vez más: 1)
el juego y la diversión; 2) la espontaneidad, la creatividad y el
interés personal; 3) la manipulación de objetos y la reconstrucción del
conocimiento; 4) las fases idóneas del desarrollo mental; 5) el dominio
de las emociones y la empatía, y 6) los entornos y los incentivos
ambientales.
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