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Aunque, en estas fechas, son los niños los que más presionados se sienten por estos “jueces” (Reyes Magos, Papá Noel, padres, abuelos, vecinos, e incluso, cualquier espontáneo de la calle al que el niño nunca había visto) que analizan su comportamiento para decidir si le traen regalos o carbón, nosotros, los adultos, también deberíamos hacer una pausa en este inicio de año para preguntarnos cómo de auténticos hemos sido… ¿has acallado tus propias emociones? ¿cuántas veces has dicho algo que no pensabas para agradar a los demás? ¿te has dejado llevar y has disfrutado del momento?
Este año, el mayor regalo puede llegar de nosotros mismos. No vamos a necesitar como recompensa por nuestro comportamiento, ni carísimos regalos que nos vengan del exterior, ni el veredicto de los demás que nos digan que hemos sido “buenos”. Cuanto más podamos conectar con nuestro interior, más máscaras nos quitemos y más auténticos seamos, nuestro cuerpo se sentirá mucho mejor, nuestro sistema inmunitario se encontrará mucho más fuerte y disfrutaremos de una estupenda salud física y emocional.
De ahora en adelante, cada vez que sintáis el impulso de interrogar a un niño sobre su bondad o cuando tus amigos o tu pareja te pregunten, medio en broma medio en serio, cómo te has portado para saber si los Reyes Magos te traerán regalos, procura cambiar la pregunta por “¿Has sido tú mismo?”
Muy relacionado con este tema, hace justo dos años, publiqué otra entrada donde hablo en profundidad sobre el daño emocional que supone para los niños este tipo de coacciones: Enterrar el alma de los niños.
Texto: Ramón Soler
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