(Por Antonio Malagón Golderos, especial para Noticias Positivas).- La Educación Waldorf
con casi cien años de experiencias en más de 80 países de todo el mundo
nos muestra su renovación continua porque observa el desarrollo del
niño y el paulatino despliegue de sus instrumentos de aprendizaje que,
así, se benefician y potencian en las diferentes etapas madurativas.
Ello es posible porque una escuela Waldorf
cultiva un ambiente de respeto en la comunidad educativa (son escuelas
muy cosmopolitas y transculturales) para posibilitar los “aprendizajes compartidos”,
el mutuo aprendizaje entre Padres, Maestros y Alumnos. Todos aprendemos
de todos y, por eso, TODOS entramos en procesos de aprendizaje y
formación continua. Es más, en el caso de los maestros si no hay
autoeducación no puede darse el verdadero acto pedagógico en el aula. En
el caso de los padres, esa autoeducación les va preparando para
responder adecuadamente a los retos que, según crecen los hijos, se
plantean en la convivencia de la familia.
La educación va unida al despertar de la conciencia que significa –según manifestó Rudolf Steiner, fundador de esta Pedagogía- : “despertar las capacidades genuinas de cada alumno”.
Para ello, previa y constantemente, cada
maestro tiene que encontrar el “camino personal para ese despertar y,
al mismo tiempo, el canal de comunicación con sus alumnos. Sin este
canal de comunicación abierto y el consecuente mutuo descubrimiento, no
será posible otra cosa que “impartir enseñanzas” o embucharlas.
Hay que reseñar que para un maestro
Waldorf, la Antroposofía de Rudolf Steiner, -estudio sobre el ser humano
y práctica de autoconocimiento- le ofrece los elementos necesarios para
hollar ese camino personal.
Exponemos a continuación algunos aspectos a destacar en la Pedagogía Waldorf:
Las Tutorías: El mantenerse como tutor
de la misma clase durante toda la etapa de Educación Primaria o durante
los seis años de Educación Secundaria y Bachillerato puede facilitar por
cercanía y acompañamiento el vínculo que favorezca ese conocimiento. El
tutor de 1º a 6º curso de Educación Primaria da todas las materias
intelectivas y algunas artísticas o de los talleres, según sus
especialidades. Ello significa una presencia muy regular en la clase.
Además, coordina al equipo de maestros, hace el encuentro con la
familia, viaja con la clase en las actividades extraescolares, conversa
con los alumnos, resuelve las desarmonías, promueve la convivencia…
Otro ejemplo es el Currículo Waldorf
pues partiendo de la naturaleza de las asignaturas, diferenciamos entre
asignaturas intelectivas donde se introducen nuevos contenidos (lengua
materna, matemáticas, ciencias naturales y ciencias sociales), y las
asignaturas que requieren una práctica regular para habilitarse
(idiomas, música, pintura, talleres de pre-tecnología en lana, tejido,
barro, madera, cobre y piedra…)
Son procesos diferentes que exigen
distintos tratamientos: Así, las enseñanzas curriculares de asignaturas
intelectivas se enseñan por inmersión en periodos lectivos de 3 ó 4
semanas, dedicando dos horas lectivas seguidas cada día. Además, se
escogen las dos primeras horas de la mañana porque en ese tiempo, bien
descansados tras la noche, los alumnos están más abiertos y predispuesto
a la comprensión y asimilación de los contenidos. Se trata siempre de
hacer “procesos de aprendizaje” y, naturalmente, la metodología y la
didáctica importan mucho.
Al acabar un periodo, se deja
“descansar” esta materia, pues el “olvidar y recordar” forma parte de la
construcción del propio conocimiento. Cuando en el siguiente periodo
lectivo de la misma materia se recuerda lo aprendido anteriormente,
produce un efecto de asentamiento y seguridad, pues se ponen en marcha
las “fuerzas de recordación “, fuerzas de rememoración que facilitan que
el conocimiento se convierta en facultad, en capacidad.
Esto es así porque con el propio
esfuerzo de recordar, de remembrar, se integran los conocimientos y se
hacen experiencia personal, vinculándose a contextos más amplios del
proceso general de aprendizaje en los que interviene el pensar, la
reflexión y la comprensión clara de los fenómenos y de sus relaciones.
Por otro lado, las asignaturas
artísticas, las pre-tecnológicas y las de talleres necesitan otro ritmo
para el correcto aprendizaje. Necesitan la práctica continua, regular,
alternada, que vive más en la capacidad artística que se ve fomentada y
ampliada.
Vinculado a todo lo anterior, tenemos que situar en el desarrollo del ser humano su vivencia de lo espacial y de lo temporal.
Lo espacial, relacionado el tacto,
equilibro y movimiento, tienen su campo de exploración en la primera
infancia donde se debe conseguir la buena relación con las tres
dimensiones espaciales que le ayudarán a tomar posición sobre la tierra.
Sabemos por recientes descubrimientos de la neurobiología la
importancia del movimiento en edades tempranas, sobre todo en el
desarrollo del lenguaje. En la Pedagogía Waldorf, hasta los 6 años, los
niños viven bajo el principio de “aprender haciendo”, para aprovechar
las fuerzas de imitación y de fantasía imaginativa que poseen por
naturaleza. Viven en la motricidad dirigida, en el juego libre creativo,
en las actividades artísticas, en los teatrillos y en las manualidades
caseras de todo tipo, en el huerto y jugando y trepando por los árboles…
¡Eso es Vida! Y ¡Que ganas tienen de aprender a escribir y a leer
cuando llegan a la Escuela!
En cuanto a la vivencia del Tiempo, por
medio de la memoria se integra como sentimiento.La memoria es una forma
de “tempus” interior. En el desarrollo del niño hay una secuencia de
“tipos” de memoria: La local o situacional, propia de la primara
infancia, por la que recuerdas algo o a alguien cuando la ves y se que
favorece con las actividades rutinarias del día a día en la Escuela
Infantil; la memoria rítmica, propia especialmente de la edad escolar en
la que la Pedagogía Waldorf despliega la enseñanza artística e
imaginativa a través de recitados, poemas, trabalenguas, canciones,
juegos de matemáticas en movimiento, juegos de vocabulario en diversas
lenguas, etc. etc. y la escucha de cuentos, leyendas, fábulas y mitos
que, tras su recordación al día siguiente de ser contadas, han de
vertelas, desde su imaginación, en escritos propios, pinturas y otras
artes.
La memoria imaginativa es crucial en el
sentido de que permite a los alumnos imaginar o formarse
representaciones de lo que se les está enseñando. El esfuerzo de
recordar imágenes favorece la integración de los conocimientos y pone la
base para aprender a pensar.
La memoria abstracta que toma fuerza a
partir de los 12 años, se potencia con la expectación, asombro y
motivación por los contenidos. Se sabe que la buena memoria se basa en
el fuerte vínculo de identificación de una persona con sus experiencias.
Por eso es tan importante despertar el interés de los alumnos para
estimular su respuesta afectiva para con el mundo.
Otra clave para desarrollar la buena
memoria de los aprendizajes es el “contexto”. Si un aprendizaje se
enmarca en un contexto que tenga sentido para el alumno aquel se
potencia.
Por último, es muy importante que el
alumno vivencia la aula como un lugar sin tensiones ni miedos donde la
alegría, buena relación y confianza sean habitual.
¿Puede contribuir este modo de educar la
“buena memoria” que tanto tiene que ver con la afirmación de sí mismo y
la vivencia de la propia identidad? Esta sería una gran capacidad para
el resto de la vida…
Con estos aspectos, apenas insinuados en
este artículo, la Pedagogía Waldorf, como movimiento permanente de
renovación pedagógica, ofrece un modelo educativo acorde con las
necesidades evolutivas de los alumnos de cualquier sociedad y de
cualquier lugar del mundo.
DATOS DE CONTACTO:
Centro de Formación de Pedagogía Waldorf
www.centrowaldorf.com
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