.Las
tres o cuatro últimas veces hemos estado hablando del temor, y como ésa
es una de las causas fundamentales de nuestro deterioro, pienso que
debemos considerarla desde un ángulo diferente, desde un diferente punto
de vista.
Ustedes saben, siempre nos dicen lo que debemos pensar
y lo que no debemos pensar. Los libros, los maestros, los padres, la
sociedad que nos rodea nos dicen qué debemos pensar, pero jamás nos
ayudan a descubrir cómo debemos pensar. Saber qué pensar es
comparativamente fácil, porque desde la infancia nuestras mentes están
condicionadas por palabras, por frases, por actitudes establecidas y
prejuicios. No sé si han notado lo fijas que se hallan las mentes de
casi todas las personas mayores; están encajadas como la arcilla en un
molde y es muy difícil abrirse paso por ese molde. El moldeado de la
mente es su condicionamiento.
Aquí, en la India, ustedes están
condicionados por siglos de tradición, a pensar de cierta manera; ese
condicionamiento tiene causas económicas, sociales y religiosas. En
Europa, la mente está condicionada de un modo algo diferente; y en
Rusia, desde la revolución, los líderes políticos han estado
condicionando la mente a su propia manera. Así, en todas partes la
mente está siendo condicionada, no sólo superficialmente,
conscientemente, sino también profundamente. La mente oculta o
inconsciente está condicionada por la raza, por el clima, por las
imitaciones no verbalizadas, no expresadas.
Ahora bien, la mente
no puede ser libre en tanto permanezca moldeada o condicionada. Y la
mayoría de la gente piensa que jamás podremos liberar a la mente de su
condicionamiento, que debe estar siempre condicionada. Ellos dicen que
no podemos evitar ciertos hábitos de pensar, ciertos prejuicios, y que
no puede haber liberación para la mente, que ésta jamás podrá ser libre.
Además, cuanto más antigua es la civilización, mayor es el peso de la
tradición, de la autoridad, de la disciplina con que la mente se halla
agobiada. Las personas que pertenecen a una raza antigua, como en la
India, están más condicionadas que las que viven en América, por
ejemplo, donde existe más libertad social y económica y donde sus
habitantes han sido pioneros en fecha bastante reciente.
Una
mente condicionada no es libre porque jamás puede ir más allá de sus
propios límites, de las barreras que ha erigido en tomo de sí misma; eso
es obvio. Y es muy difícil para una mente semejante liberarse de su
condicionamiento e ir más allá, porque este condicionamiento le ha sido
impuesto no sólo por la sociedad, sino que se lo ha impuesto ella misma.
Ustedes gustan de su condicionamiento, porque no se atreven a ir más
allá. Temen lo que podrían decir sus padres y sus madres, lo que el
sacerdote y la sociedad podrían decir; en consecuencia, contribuyen a
crear las barreras que los retienen. Ésta es la prisión en que casi
todos estamos atrapados y por eso sus padres están siempre diciéndoles
-como ustedes a su vez les dirán a sus hijos- que hagan esto y no hagan
aquello.
¿Qué ocurre por lo general en una escuela, especialmente
si el maestro les agrada? Si su maestro les agrada, desean seguirle,
imitarle; por lo tanto, el condicionamiento de sus mentes se vuelve más y
más rígido, más permanente. Digamos, por ejemplo, que están en un
albergue al cuidado de un maestro que practica diariamente su ritual
religioso. A ustedes les gusta el espectáculo o la belleza del mismo,
de modo que empiezan a practicarlo también. En otras palabras, se están
condicionando más aún; y tal condicionamiento es muy efectivo, porque
cuando uno es joven la mente es muy ansiosa, impresionable, imitativa. Y
no sé si son ustedes creativos, probablemente no, porque sus padres no
les permitirían salir fuera del muro, ellos no quieren que miren más
allá del condicionamiento. Son exactamente como cualquier otra persona.
Practican sus rituales, tienen sus temores, su deseo de gurú; y como
ustedes reciben enseñanza de ellos -y también porque puede agradarles un
maestro en particular o porque ven un ritual hermoso y quieren
practicarlo-, inconscientemente pueden quedar presos de la imitación.
¿Por
qué practican rituales las personas mayores? Porque sus padres lo
hicieron antes que ellas y también porque eso les transmite ciertos
sentimientos, ciertas sensaciones que les aquietan internamente. Cantan
determinadas plegarias, pensando que si no lo hicieran tal vez estarían
perdidas. Y los jóvenes copian a los mayores y así es como empieza la
imitación.
Si el maestro mismo cuestionara toda esta ritualidad,
si realmente reflexionara al respecto -cosa que muy pocos hacen alguna
vez-, si usara su inteligencia para examinar eso sin prejuicio alguno,
pronto descubriría que no tiene ningún sentido. Pero para investigar y
descubrir la verdad en esta cuestión, se requiere muchísima libertad.
Si ustedes ya tienen un prejuicio a favor de algo y entonces proceden a
investigarlo, es obvio que no puede haber investigación. Tan sólo
fortalecerán su prejuicio, su idea preconcebida.
Por lo tanto, es
esencial que los maestros se libren ellos mismos de su condicionamiento
y así ayuden a los niños a librarse del suyo. Conociendo la influencia
condicionadora de los padres, de la tradición, de la sociedad, el
maestro tiene que alentar a los niños para que no acepten cosas
irreflexivamente, sino que investiguen, que cuestionen.
Si
ustedes observan, a medida que crecen comenzarán a ver cómo los moldean
diversas influencias, cómo no se les ayuda a pensar sino que se les dice
qué deben pensar. Finalmente, si no se rebelan contra este proceso se
vuelven como una máquina automática, funcionan sin creatividad, sin
mucho pensamiento original.
Todos temen que si no encajan dentro
de la sociedad serán incapaces de ganarse la vida. Si mi padre es
abogado, pienso que también tengo que ser abogado. Si soy una muchacha,
me someto a que me casen. ¿Qué sucede, entonces? Empiezan siendo
personas jóvenes con muchísima vitalidad y enorme entusiasmo, pero todo
esto es gradualmente destruido por la influencia condicionadora de los
padres y maestros con sus propios prejuicios, temores y supersticiones.
Cuando dejan la escuela y salen al mundo, están llenos de información
pero han perdido la vitalidad para investigar, para rebelarse contra las
estupideces tradicionales de la sociedad.
Ustedes se sientan
aquí y escuchan todo esto. ¿Qué es lo que va a ocurrir cuando finalmente
aprueben sus exámenes de licenciatura o maestría? Saben muy bien lo
que va a ocurrir. A menos que se rebelen, serán exactamente iguales al
resto del mundo, porque no se atreven a ser otra cosa. Estarán tan
condicionados, tan moldeados, que tendrán miedo de echarse a andar por
sí mismos. Serán controlados por sus esposas, sus maridos, y la
sociedad les dirá lo que tienen que hacer; la imitación prosigue
generación tras generación. No hay verdadera iniciativa, no hay
libertad, no hay felicidad; no hay nada sino una muerte lenta. ¿Cuál es
el sentido de que se les eduque, de que aprendan a leer y escribir, si
sólo van a funcionar como una máquina? Pero eso es lo que quieren sus
padres y lo que quiere el mundo. El mundo quiere que no piensen, no
quiere que sean libres para descubrir, porque entonces serían ciudadanos
peligrosos, no encajarían en el patrón establecido. Un ser humano
libre nunca puede sentir que pertenece a un país determinado, a una
particular clase o forma de pensar. La libertad implica libertad en
todos los niveles, del principio al fin, y pensar solamente a lo largo
de una línea particular no es libertad.
Por lo tanto, mientras
son jóvenes es muy importante que sean libres, no sólo en el nivel
consciente sino también profundamente en lo interno. Esto significa que
deben vigilarse a sí mismos, que deben percatarse más y más de las
influencias que buscan controlarles y dominarles; significa que jamás
deben aceptar irreflexivamente, sino que deben cuestionar siempre,
investigar y hallarse en estado de rebelión.
Interlocutor: ¿Cómo podemos hacer para liberar nuestras mentes, cuando vivimos en una sociedad llena de tradición ?
K.:
En primer lugar, deben tener el impulso, la exigencia de libertad. Es
como el anhelo de volar que tiene el pájaro o el de las aguas del río,
de fluir. ¿Tienen este impulso de ser libres? Si lo tienen, ¿qué ocurre
entonces? Sus padres y la sociedad tratan de forzarles dentro de un
molde. ¿Pueden resistirles? Encontrarán que es difícil, porque sienten
temor. Temor de no conseguir un empleo, de no conseguir la esposa o el
marido apropiado, de que puedan padecer hambre, de lo que la gente
podría decir de ustedes. Aunque deseen ser libres, sienten temor; por
lo tanto, no van a resistir. El temor a lo que la gente pueda decir o a
lo que sus padres puedan hacer, les bloquea, y así son forzados dentro
del molde.
Ahora bien, ¿pueden decir: "yo quiero saber y no me
importa si padezco hambre. Sea lo que fuera lo que ocurra, voy a luchar
contra las barreras de esta sociedad corrupta, porque quiero ser libre
para descubrir"? ¿Pueden decir eso? Cuando viven con temor, ¿pueden
oponerse a todas estas barreras, a todas estas imposiciones?
Es
muy importante, pues, ayudar al niño desde la más tierna edad a que vea
las aplicaciones del temor y se libere de él. En el momento en que
están ustedes atemorizados, se termina la libertad.
Interlocutor:
Puesto que hemos sido criados en una sociedad basada en el temor, ¿cómo
es posible para nosotros estar libres del temor?
K.: ¿Se dan
cuenta de qué están atemorizados? Si es así, ¿cómo van a liberarse del
temor? Ustedes y yo tenemos que averiguarlo; por lo tanto, considérenlo
conmigo.
Cuando están conscientes de que sienten temor, ¿qué es
lo que hacen realmente? Escapan de él, ¿no es así? Toman un libro o
salen a dar un paseo; tratan de olvidarlo. Sienten temor de sus padres,
de la sociedad; están conscientes de ese temor y no saben cómo
resolverlo. Tienen miedo de mirarlo siquiera; de modo que huyen de él
en distintas direcciones. Por eso siguen estudiando y aprobando
exámenes hasta el último momento, cuando tienen que afrontar lo
inevitable y actuar. Continuamente tratan de escapar de su problema,
pero eso no les ayuda a resolverlo. Tienen que enfrentarse a él.
Entonces,
¿pueden mirar su temor? Si quieren examinar un pájaro, observar la
forma de sus alas, su pico, deben acercársela mucho, ¿verdad? De igual
modo, si están atemorizados, tienen que observar desde muy cerca su
temor. Cuando escapan del temor sólo lo incrementan.
Digamos,
por ejemplo, que quieren dedicar su vida a algo que aman de verdad, pero
sus padres les dicen que no deben hacerlo y les amenazan con algo
terrible si lo hacen: dicen que no les darán nada de dinero, y eso los
atemoriza. Están tan atemorizados que no se atreven a mirar el propio
temor. Así que ceden y el temor continúa.
Interlocutor: ¿Qué es la verdadera libertad y cómo puede uno adquirirla?
K.:
La verdadera libertad no es algo que pueda adquiriese, es el resultado
de la inteligencia. No puedes salir y comprar la libertad en el
mercado. No puedes obtenerla leyendo un libro o escuchando hablar a
alguien. La libertad adviene con la inteligencia.
¿Pero qué es
la inteligencia? ¿Puede haber inteligencia cuando hay temor o cuando la
mente está condicionada? Cuando tu mente tiene prejuicios o cuando
piensas que eres un ser humano maravilloso, o cuando eres muy ambicioso y
deseas trepar la escalera del éxito, mundano o espiritual, ¿puede haber
inteligencia? Cuando sólo te interesas en ti mismo, cuando sigues a
alguien o le rindes culto, ¿puede haber inteligencia? Ciertamente, la
inteligencia llega cuando comprendes toda esta estupidez y rompes con
ella. Por lo tanto, tienes que empezar, y lo primero es que te des
cuenta de que tu mente no es libre. Has de observar cómo tu mente está
atada por todas estas cosas; ése es el principio de la inteligencia, la
cual trae libertad. Tienes que encontrar la respuesta por ti mismo. ¿De
qué sirve que algún otro sea libre cuando tú no lo eres, o que algún
otro tenga comida cuando tú tienes hambre?
Para ser creativo, lo
cual implica tener verdadera iniciativa, tiene que haber libertad; y
para que haya libertad tiene que haber inteligencia. Tienes, pues, que
investigar y descubrir qué es lo que impide que haya inteligencia. Has
de investigar la vida, cuestionar los valores sociales, todo, y no
aceptar nada sólo porque estés atemorizado.
Extracto de
EL ARTE DE VIVIR
J. Krishnamurti