Artes del agua
ARTES DEL AGUA
“El agua habla sin cesar
y nunca se repite” Octavio Paz
El
adagio de todas las alfaguaras; los menudos murmullos del primer
borbollón; el ritmo de las fuentes; las estrofas afluentes que conforman
el gran poema que es un curso fluvial; las aflautadas curvas que
alargan los caminos del río; el pizzicato del agua ligera que le hace
amores a la tierra; la brisa poniéndole la carne de gallina a los
espejos líquidos... Incluso ese eterno ser espejo que todo lo duplica
aunque no queramos. Casi todo lo que empapa el agua de propiedades y
destrezas únicas en el Universo, consigue que nos acordemos del arte que
precede a la creatividad humana.
El agua nos empapa emocionalmente con tal intensidad que compensa nuestro torpe intentar atraparla y describirla.
Como
el mismo Goethe comprendió, acaso mejor que nadie, esa transparencia
que fluye es una fuerza creadora, la mayor, la más segura y constante,
la más alegre y fiel...
El agua deja
tras de si la mejor estela, porque vivifica a la vivacidad. Es arte su
estar y su irse. Sus colores y sus esculturas, su dar forma a lo
viviente y su capacidad de disolución hasta de lo más quieto y duro.
Pero no deja de mantener intensas relaciones con lo más abstracto como
es la palabra y, sobre todo, la música.
Sonoramente
nuestra es también el agua. Todos los asomos al primer fluido resultan
musicales, incluso melodiosos. Pero tampoco son ajenos a la emoción
escuchada esas briosas zancadas del torrente; la turbamulta de los
rápidos; el estruendo de las cascadas.
El agua siempre estremece los tímpanos y hace tiritar a las emociones.
Sonar
ya es un fluir y no se fluye sin sonido. Hay pues un río inmenso por
dentro de la historia de la música: el arte más transparente.
Tampoco
miente la poesía al beber, no poca de su pasión, de la discreta
claridad de los veneros. Por eso podemos calificarla como la segunda
creatividad humana más acuática. De hecho, y de la misma forma que nada
puede abarcar la inmensidad de lo logrado por la vida, siempre con agua,
tampoco llegaremos a mucho más que un atisbo de lo inspirado por el
elemento líquido a lo musical y a lo poético. He aquí un coherente
repertorio de algunos de los mejores instantes en que el arte del agua y
de los humanos confluyó.
En
cualquier caso, al honor y a la coherencia de cantar a lo ilimitado,
desde la manifiesta pequeñez de esta compilación, queremos sumarnos al
elogio ancestral e ininterrumpido que las artes de la música, la palabra
y la caligrafía han compartido con la primera materia prima de lo
viviente. Sin olvidar que nuestra mente es poco más que agua que
recuerda, proyecta y, cuando no naufraga, se emociona.
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