domingo, 20 de mayo de 2012

TU HIJO COMO ESPEJO

“Todos los niños son portadores de un cambio, ya que a través de sus conductas ellos sacan a la luz todo lo que está oculto en lo más profundo de nuestra sombra. Todo lo temido, negado o resistido por una generación aparece en las siguientes muchas veces potenciado. Los niños nos dan la oportunidad de sanar nuestras heridas, ver nuestros errores y modificarnos, ya sea en el ámbito familiar, ya sea en el escolar y planetario. También NOS MUESTRAN NUESTROS DONES, recursos y potenciales dormidos. Si sabemos aprovechar la oportunidad que nos traen de su mano, podremos generar el cambio que estamos necesitando”
“Cada palabra, silencio, acción, de nuestros hijos contiene un mensaje. Somos nosotros quienes debemos abrirnos para descifrarlo. Aprendamos a COMUNICARNOS DESDE EL CORAZÓN, sin encasillarlos, tratando de conocer y  respetar su individualidad. Y sobre todo tengamos el coraje de madurar, de ocupar nuestro lugar de adultos y revisar cada una de nuestras creencias hasta encontrar una mirada nueva que nos vincule con nuestros hijos desde un lugar más vital y verdadero”
Sandra Aisenberg y Eduardo Melamud
En las antípodas de los autores conductistas que tratan de modificar los comportamientos de los niños al precio emocional que sea y sin buscar causas y significados, los autores Sandra Aisenberg y Eduardo Melamud nos ofrecen en su obra “Tu hijo como espejo: detrás de cada conducta hay un mensaje para ti” de Editorial Kier una visión completamente distinta.
Basándose en su experiencia e investigación de horas y horas de atención a niños junto a padres y docentes, nos explican que los niños nos “espejan”, son como un espejo, y con sus conductas, síntomas y forma de relacionarse permiten que salga a la luz aquello que está enterrado –por dolor o miedo– en nuestro inconsciente, dándonos la oportunidad de sanar heridas, de comprenderlos como merecen y de hacer brotar nuestros dones y talentos bloqueados.
El libro invita a salir de los esquemas tradicionales de esta sociedad y asegura que los niños y jóvenes actuales, que son un reto para sus padres y educadores, “vienen para abrir caminos y nos han elegido para que los ayudemos a ser entendidos y escuchados”.

Sandra Aisenberg y Eduardo Melamud son facilitadores-instructores de la Técnica de Decodificación de la Memoria Celular desde 1991, investigan formas alternativas de educación y crianza acordes a los niños del siglo XXI como la Pedagogía Waldorf, están especializados en “niños especiales”, autistas, pseudo-autistas, TGD, Asperger, Add, Ahdd, … y han publicado los siguientes libros:
  • Ser indigo: Cómo Despertar los Dones
  • Niños Indigo
  • Niños Cristal, un puente al corazón
  • Cuentos para los nuevos niños
Para quienes quieran conocer mejor los planteamientos y reflexiones de estos autores en esta entrevista hablan sobre niños indigo y cristal, pedagogía Waldorf, el papel del embarazo y otros temas, y en el periódico La Nación el 1-2-2009 se centran en su obra “Tu hijo como espejo” y estas son sus respuestas:
Un título curioso
Sandra Aisenberg: La intención es proponer una nueva mirada para comprender a los chicos. Ver cómo sus actitudes reflejan, espejan , lo que ocurre realmente en el interior de la familia. Que si son caprichosos, esos caprichos tienen una razón, un motivo más profundo. Y pedirles a los padres que hagan un trabajo de introspección, que se pregunten: ¿qué me está pasando?
Eduardo Melamud: Una vez llegó a uno de nuestros talleres un chico hiperactivo que, cuando llegaba su padre a la casa, se ponía a correr. Era algo extraño, porque a veces el padre llegaba muy tarde, cuando él estaba dormido; sin embargo, se despertaba y comenzaba a correr. El padre ocupaba un cargo de mucha responsabilidad en una gran empresa, lo que le provocaba estrés.
S.A.: Había dos elementos que nos llamaban la atención desde el principio y que comenzamos a investigar. Por su posición en la empresa, el padre no podía expresar libremente sentimientos como disgusto, fastidio, frustración, rabia, volvía al hogar tenso y agotado. Por otra parte, los fines de semana, cuando el papá no trabajaba, el chico no corría, jugaba y participaba tranquilo de la vida familiar.
¿Qué hicieron?
E.M. : Le pedimos al padre que se comprara un par de zapatillas y ropa de footing, y por las noches, cuando llegara a la casa, antes de ver a su hijo, saliera a correr unas cuadras. Milagrosamente, el chico dejó de correr cuando su padre volvía. La carrera liberaba al padre de los sentimientos reprimidos, pero también a la familia, y por supuesto a su hijo. Fíjese la relación profunda que se crea entre los miembros de una familia, algo que a veces olvidamos.
S.A.: Recuerdo otro caso: una madre nos contó que, como iba a cumplir 40 años, quiso celebrarlo con una linda fiesta. Cuando llegaron los invitados todo estaba cuidadosamente dispuesto para pasar un rato agradable. Pero esa noche su hijo estuvo tremendo, fastidioso, gritaba, lloraba, no había forma de conformarlo. “Arruinaste mi fiesta de cumpleaños”, le recriminó la mamá cuando se fueron los invitados. Pero cuando le preguntamos a la madre cómo se sentía interiormente, reconoció que estaba muy preocupada por la suerte de un hermano que vivía en una región de Europa convulsionada por una sangrienta guerra civil. Nuevamente, el chico fue el encargado de expresar lo que nadie se atrevía a decir, el vocero de la preocupación familiar.
E.M.: Además, los chicos son observadores y a veces sorprenden a sus padres cuando les señalan cosas que hacen habitualmente, pero como no son conscientes, las ignoran.
¿Por ejemplo?
S.A. : Una amiga nos contó que un día, cuando estaba lavando los platos, se acercó su hijo de 5 años y le preguntó: “Mamá, ¿qué te pasa?” Ella respondió: “Nada. ¿Qué me puede pasar?” El chico la miró atentamente y le dijo: “Es que cuando algo te pasa te ponés a hacer las cosas de la casa”. Y, efectivamente, ella estaba preocupada por un problema familiar, pero ignoraba que cuando algo la atribulaba, la salida era hacer alguna tarea doméstica.
E.M.: Tenemos que considerar al chico en toda su dimensión. A veces ciertas actitudes son parte de una gran creatividad, que no siempre puede desarrollar plenamente en la casa. Esto no significa no ponerle límites, que no sólo son necesarios para su formación, ya que es algo que él espera de sus padres, sino observarlo de otra manera, con más atención. Generalmente, cuando el chico se siente comprendido sus actitudes cambian. Descubre que sus padres comienzan a interesarse por cosas que para él son fundamentales y que quiere compartir

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