Sócrates nació en Atenas el año 470
a. c. de una
familia, al parecer, de
clase media. Su padre era
escultor y su madre comadrona, lo que ha dado lugar a alguna
comparación entre el oficio de su madre y la actividad
filosófica de
Sócrates. Los primeros años de
la vida de Sócrates coinciden, pues, con el período
de esplendor de la sofística en Atenas.
El
interés de la reflexión
filosófica se centraba entonces en
torno al ser humano y
la
sociedad, abandonando el predominio del interés por el
estudio de la
naturaleza. Probablemente Sócrates se haya
iniciado en la
filosofía estudiando los
sistemas de
Empédocles, Diógenes de Apolonia y
Anaxágoras, entre otros. Pero pronto orientó sus
investigaciones hacia los temas más propios de la
sofística.
Desarrollo:
Desde muy joven, llamó la
atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus
razonamientos y su facilidad de palabra, además de la fina
ironía con la que salpicaba sus tertulias con los
ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a
quienes les preguntaba sobre su confianza en opiniones populares,
aunque muy a menudo él no les ofrecía ninguna
enseñanza.
Su inconformismo lo impulsó a
oponerse a la ignorancia popular y al
conocimiento de los que se
decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un
sabio, aun cuando uno de sus mejores amigos, Querefonte, le
preguntó al oráculo de Delfos si había
alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le
contestó que no había ningún griego
más sabio que él (Apología 21a). Al escuchar
lo sucedido, Sócrates dudó del oráculo, y
comenzó a buscar alguien más sabio que él
entre los personajes más renombrados de su época,
pero se dio cuenta de que en realidad creían saber
más de lo que realmente sabían.
Filósofos,
poetas y artistas, todos creían tener una gran
sabiduría, en
cambio, Sócrates era consciente tanto
de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Esto lo
llevó a tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver
el conocimiento real que tenían sobre las
cosas.
Asumiendo una postura de ignorancia,
interrogaba a la gente para luego poner en evidencia la
incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le denominó
«ironía socrática», la cual queda
expresada con su célebre frase «Yo sólo
sé que no sé nada» (?? ??da ?t? ??de? ??da
[en oida oti ouden oida]). Su más grande mérito fue
crear la mayéutica,
método inductivo que le
permitía llevar a sus alumnos a la resolución de
los
problemas que se planteaban por medio de hábiles
preguntas cuya
lógica iluminaba el entendimiento.
Según pensaba, el conocimiento y el autodominio
habrían de permitir restaurar la relación entre el
ser humano y la naturaleza.
La sabiduría de Sócrates no
consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino
en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de
ahí construir conocimientos más
sólidos.
Esto le convierte en una de las figuras
más extraordinarias y decisivas de toda la
historia;
representa la reacción contra el relativismo y
subjetivismo sofista, y es un singular ejemplo de unidad entre
teoría y
conducta, entre
pensamiento y
acción. A la
vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del conocimiento, al
sostener que la virtud es conocimiento y el vicio
ignorancia.
El
poder de su
oratoria y su facultad de
expresión pública eran su fuerte para conseguir la
atención de las personas.
Sócrates no escribió ninguna
obra porque creía que cada uno debía desarrollar
sus propias ideas. Conocemos en parte sus ideas desde los
testimonios de sus discípulos:
Platón, Jenofonte,
Aristipo y
Antístenes, sobre todo. Tales testimonios no
son convergentes, por lo que no resulta fácil conocer
cuál fue el verdadero pensamiento de
Sócrates
Sócrates fue en su
tiempo un docente
innovador, crítico y humilde, que impulsó a sus
discípulos que eran quienes estuvieran dispuestos a
conversar con él en jardines, calles o plazas, a pensar, y
esto le valió una condena a
muerte, la que esperó
con gran serenidad, acusado de corromper a los
jóvenes.
Su pensamiento lo conocemos a través
de la obra de su discípulo
Platón, ya que
Sócrates no dejó ningún
texto
escrito.
Fue contemporáneo de los sofistas,
pero éstos cobraban por sus lecciones, mientras
Sócrates enseñaba gratuitamente, pues consideraba
que enseñar era una
misión sagrada.
Además Sócrates no
decía como los sofistas poseer la sabiduría sino
que se hallaba en su constante búsqueda.
Lo primero para él, era el
conocimiento
personal, de uno mismo, luego vendría el
conocimiento del
universo exterior. El
control de los impulsos,
la serenidad de espíritu, el alejamiento del lujo y las
pasiones eran la enseñanza que daba Sócrates, sobre
todo con su ejemplo, pudiendo ser considerado el fundador de la
ética.
Su enseñanza se efectuaba mediante
el
diálogo, con el que intentaba extraer verdades de su
interlocutor y sacarlo de la ignorancia.
En una primera instancia, el maestro se
dedica a criticar el
discurso que escuchaba de quien con
él conversa, haciéndole ver sus falacias e incluso
llegando a ponerlo en ridículo indicándole sus
contradicciones. Esta parte se denomina ironía.
Luego viene la mayéutica a efectos
de extrae la verdad que subyace en el intelecto humano, que puede
exteriorizarse ayudado por preguntas del maestro, que cumple un
oficio similar al de la partera (profesión de la madre de
Sócrates) que ayuda a que la vida salga al exterior. En
este caso lo que nace es la verdad, llegando a la raíz del
objeto de conocimiento
Aparece ya en Sócrates el rol
del maestro como guía que orienta a quien necesita
descubrir por sí mismo, y no como dueño del saber a
transmitir ante un estudiante pasivo.
Sócrates no predicaba la virtud
directamente, sino más bien, invitaba a reflexionar sobre
ella.
No ofrecía las recetas acabadas sino
convidaba a la búsqueda.
Por eso, son de suma importancia los dos
métodos, o para ser más correcto, los dos momentos
del mismo método, que Sócrates empleaba en la
mencionada búsqueda de la verdad y de la virtud, las
mismas las llamaba:
ironía y
mayéutica, respectivamente.
Ironía
Sócrates pertenece a una especie de
hombres que no tienen
amor propio en las discusiones, y que
aceptan encantados la refutación si así se descubre
la verdad. Confiesa que su única cualidad es la
ironía, consistente en interrogar a los sabios y procurar
sacar la verdad que hay en el fondo de sus respuestas.
En Sócrates la Ironía se
mezcla con la cortesía cuando éste extrema su
modestia hasta decir de que él es lento y gárrulo,
y que no llega a poner en claro las cosas.
El alcance de la Ironía o modestia
socrática se hace patente una vez que en el descubrimiento
de la verdad nos encontramos ante la siguiente alternativa: o
llegamos a alcanzarla o, por el contrario, nos debemos convencer
de que no sabemos lo que ignoramos, y esto no sería, en
verdad, un premio despreciable de nuestro
trabajo.
Tal es el fundamento del famoso sólo
sé que no sé nada, la afirmación
socrática más concluyente e indubitable, resultado
de una fundamental desconfianza. Y es que si Sócrates
discute siempre para descubrir si efectivamente sabe o no, es
porque no quiere hacerse ilusiones de que sabe algo cuando nada
sabe. Por todo ello, con una modestia que es la más firme
base de todo método de
conquista de la verdad, grita
Sócrates: Atenienses que me escucháis; no sé
nada, y ante vosotros me presento desnudo y sin los adornos de
una mentirosa certeza.
Además, la ironía o modestia
socrática es grande en cuanto que por ella se traza
límites. Así no incurre en la insensatez de
discutir de omni re scíbili, como por principio
hacían los sofistas. Y es que el vino de los saberes
recién descubiertos no se le subió a
Sócrates a la cabeza. Conservó un afán tan
grande de saber que la apariencia de sabiduría en los
maestros-sábelo-todo le parecía mera elocuencia. En
este sentido, la ironía socrática representa
también un afán de sinceridad que le aleja de todo
culto a las meras
apariencias.
Mayéutica
Del griego maieutiké (
arte de las
comadronas, arte de ayudar a procrear). La mayéutica es el
método filosófico de
investigación y
enseñanza propuesto por Sócrates
. Consiste
esencialmente en emplear el diálogo para llegar al
conocimiento. Aunque Sócrates nunca sistematizó la
mayéutica, seguramente es correcto destacar las siguientes
fases en este método:
en un primer momento se plantea una
cuestión que, en el caso del uso que Sócrates hizo
de este método, podía expresarse con preguntas del
siguiente tipo ¿qué es la virtud?,
¿qué es
la ciencia?, ¿en qué consiste
la belleza?;
en un segundo momento el interlocutor da
una respuesta, respuesta inmediatamente discutida o rebatida por
el maestro;
a continuación se sigue una
discusión sobre el tema que sume al interlocutor en
confusión; este momento de confusión e incomodidad
por no ver claro algo que antes del diálogo se
creía saber perfectamente es condición necesaria
para
el aprendizaje, y Sócrates lo identifica con los
dolores que siente la parturienta antes de dar a
luz;
tras este momento de confusión, la
intención del método mayéutico es elevarse
progresivamente a definiciones cada vez más generales y
precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la
ciencia, la virtud);
la discusión concluiría
cuando el alumno, gracias a la ayuda del maestro, consigue
alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la
realidad que se investiga (aunque en muchos diálogos de
Platón no se alcanza este ideal y la discusión
queda abierta e inconclusa).
La idea básica del método
socrático de enseñanza consiste en que el maestro
no inculca al alumno el conocimiento, pues rechaza que su mente
sea un receptáculo o cajón vacío en el que
se puedan introducir las distintas verdades; para Sócrates
es el discípulo quien extrae de sí mismo el
conocimiento. Este método es muy distinto al de los
sofistas: los sofistas daban
discursos y a partir de ellos
esperaban que los discípulos aprendiesen; Sócrates,
mediante el diálogo y un trato más individualizado
con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí
mismo el saber.
El arte de la mayéutica implica la
teoría platónica de la reminiscencia pues al
considerar al discípulo competente para encontrar dentro
de sí la verdad debe suponer que el
alma de aquél
la ha debido conocer en algún momento antes de hacerse
ignorante.
La palabra
sophistes significaba
maestro en sabiduría. Como tales se presentaban estos
señores que andaban de lugar en lugar, participaban en la
política y cobraban por sus lecciones. Sabían o
simulaban saber de todo:
astronomía,
geometría,
aritmética, fonética,
música,
pintura. Pero
su ciencia no buscaba la verdad sino la apariencia de saber
porque ésta reviste de
autoridad.
No eran, pues, propiamente filósofos
pero tenían en común una
actitud que sí
puede llamarse filosófica: el escepticismo y relativismo.
No creían que el ser humano fuese capaz de conocer una
verdad válida para todos. Cada quien tiene "su"
verdad.
No eran, pues, propiamente filósofos
pero tenían en común una actitud que sí
puede llamarse filosófica: el escepticismo y relativismo.
No creían que el ser humano fuese capaz de conocer una
verdad válida para todos. Cada quien tiene "su"
verdad.
Los Sofistas enseñaban la
areté requerida para estar a la altura de las
nuevas circunstancias sociales y
políticas (recordemos que
la palabra
areté, traducida generalmente por
virtud.
La primera exigencia de esa
areté era el
dominio de las palabras para ser
capaz de persuadir a otros. "Poder convertir en sólidos y
fuertes los argumentos más débiles", dice
Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede
envenenar y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de
razonamientos engañosos. El arte de la persuasión
no está al
servicio de la verdad sino de los intereses del
que habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas".
Platón dirá más tarde que era "captura" de
almas.
Como los sofistas, hablaba y
enseñaba sobre la
areté, pero mientras los
sofistas decían que no podemos conocer nada. Ahora bien,
si se trata de la
areté de todo
hombre -de la que
pretendían ser maestros los sofistas-.
Sócrates no escribió nada y, a pesar de
haber tenido numerosos seguidores, nunca creó una
escuela
filosófica. Las llamadas escuelas socráticas fueron
iniciativa de sus seguidores. Acerca de su actividad
filosófica nos han llegado diversos testimonios,
contradictorios entre ellos, como los de Jenofonte,
Aristófanes o Platón, que suscitan el llamado
problema socrático, es decir la fijación de la
auténtica
personalidad de Sócrates y del contenido
de sus enseñanzas. Si creemos a Jenofonte, a
Sócrates le interesaba fundamentalmente la
formación de hombres de bien, con lo que su actividad
filosófica quedaría reducida a la de un moralista
práctico: el interés por las cuestiones
lógicas o metafísicas sería algo
completamente ajeno a Sócrates. Poco riguroso se considera
el retrato que hace Aristófanes de Sócrates en "Las
nubes", donde aparece como un sofista jocoso y burlesco, y que no
merece mayor consideración.
Más problemas plantea la
interpretación
del Sócrates platónico: ¿Responden las
teorías puestas en boca de Sócrates en los
diálogos platónicos al personaje histórico,
o al pensamiento de Platón? La posición tradicional
es que Platón puso en boca de Sócrates sus propias
teorías en buena parte de los diálogos llamados de
transición y en los de madurez, aceptándose que los
diálogos de
juventud reproducen el pensamiento
socrático. Esta posición se vería apoyada
por los comentarios de
Aristóteles sobre la
relación entre Sócrates y Platón, quien
afirma claramente que Sócrates no "separó" las
Formas, lo que nos ofrece bastante credibilidad, dado que
Aristóteles permaneció veinte años en la
Academia.
El rechazo del relativismo de los sofistas llevó
a Sócrates a la búsqueda de la definición
universal, que pretendía alcanzar mediante un
método inductivo; probablemente la búsqueda de
dicha definición universal no tenía una
intención puramente teórica, sino más bien
práctica. Tenemos aquí los elementos fundamentales
del pensamiento socrático..
Los sofistas habían afirmado el relativismo
gnoseológico y
moral. Sócrates criticará ese
relativismo, convencido de que los ejemplos concretos encierran
un elemento común respecto al cual esos ejemplos tienen un
significado. Si decimos de un acto que es "bueno" será
porque tenemos alguna noción de "lo que es" bueno; si no
tuviéramos esa noción, ni siquiera podríamos
decir que es bueno para nosotros pues, ¿cómo lo
sabríamos? Lo mismo ocurre en el caso de la virtud, de la
justicia o de cualquier otro
concepto moral. Para el relativismo
estos conceptos no son susceptibles de una definición
universal: son el resultado de una convención, lo que hace
que lo justo en una ciudad pueda no serlo en otra.
Sócrates, por el contrario, está convencido de que
lo justo ha de ser lo mismo en todas las ciudades, y que su
definición ha de valer universalmente. La búsqueda
de la definición universal se presenta, pues, como la
solución del problema moral y la superación del
relativismo.
Esa verdad que se buscaba ¿Era de
carácter teórico, pura especulación o era de
carácter práctico? Todo parece indicar que la
intencionalidad de Sócrates era práctica: descubrir
aquel conocimiento que sirviera para vivir, es decir, determinar
los verdaderos
valores a realizar. En este sentido es llamada la
ética socrática "intelectualista": el conocimiento
se busca estrictamente como un medio para la acción. De
modo que si conociéramos lo "Bueno", no podríamos
dejar de actuar conforme a él; la falta de virtud en
nuestras
acciones será identificada pues con la
ignorancia, y la virtud con el saber.
Sócrates ejercerá una
influencia directa en el pensamiento de Platón, pero
también en otros filósofos que, en mayor o menor
medida, habían sido discípulos suyos, y que
continuarán su pensamiento en direcciones distintas, y
aún contrapuestas. Algunos de ellos fundaron escuelas
filosóficas conocidas como las "escuelas
socráticas menores", como Euclides de Megara (fundador de
la escuela de Megara), Fedón de Elis
(escuela de Elis), el ateniense Antístenes
(escuela cínica, a la que perteneció el
conocido Diógenes de Sinope) y Aristipo de Cirene
(escuela cirenaica).
Con respecto a Sócrates, dedico su
vida a filosofar y enseñar.
El no cobraba las lecciones que les
brindaba a los ciudadanos, no pronunciaba discursos ni
escribió.
La principal preocupación de
Sócrates era la conducta degradada de los subciudadanos,
por este motivo, enfoco su curiosidad intelectual en el ser
humano y su capacidad que tenia éste de conocer la
verdad.
Decía que la sabiduría se
adquiría en las conversaciones, haciéndose
preguntas y buscando juntos las respuestas, por lo cual invitaba
a los que conversaban con él, a pensar juntos cual es el
objeto del ser humano.
Sócrates no respondía las
preguntas, él quería que los hombres se hagan las
preguntas y que ellos mismos las respondieran, de esta manera
nseño a pensar, a buscar la verdad y saber que es posible
alcanzarla.
Sócrates enseñaba que el
"arete" era conocimiento, por ello le parecía evidente que
si los hombres llegaban a entender lo que era el bien y lo justo,
escogerían eso, nadie escoge el mal conscientemente, si lo
hacen es por ignorancia.